Sakya Trizin

Su Santidad el Sakya Trizin: Mirando dentro de la Naturaleza de la Mente.

La práctica de mirar dentro de la naturaleza de la mente es llamada “meditación de la Visión Penetrante”. Para practicar la meditación de la visión penetrante, primero necesitamos desarrollar una mente estable, una mente libre de pensamiento conceptual. Nosotros hacemos esto a través del cultivo de la concentración en un solo punto, por la cual la mente puede llegar a ser estable y carente de pensamientos, permitiéndonos así descansar en su claridad.

Hay muchos niveles diferentes de concentración, pero el requisito básico para entrar en la concentración es que tenemos que estar en un lugar apartado del ruido y de las distracciones, un lugar tranquilo y confortable. Deberíamos de sentarnos, si es posible, en la posición del loto completa, o al menos con nuestra espalda derecha y con nuestras dos manos descansando en nuestro regazo, una sobre la otra, mirando hacia arriba.

Para los principiantes, es difícil llevar la mente a la concentración sin utilizar un objeto, y por lo tanto es mejor usar un objeto de concentración tal como la estatua del Buda, o algo que nos inspire, como una flor. Esto debería de estar al nivel de nuestros ojos, a una distancia aproximada de un metro; debería de estar colocado sobre un soporte estable, de forma que no pudiera ser agitado o moverse, ya que cualquier movimiento puede causar la aparición de pensamientos.

Entonces deberíamos de intentar aunar tres cosas: nuestra respiración, nuestros ojos, y nuestra mente, y colocarlos sobre el objeto. Deberíamos de evitar pensar en las cualidades del objeto, tales como su forma o color, e intentar mantener estas tres cosas fijadas en el objeto.

Encontraremos que si, por ejemplo, nosotros oímos un sonido, inmediatamente surge un pensamiento. Si sentimos cualquier tipo de estímulo, surge un pensamiento. En ese momento, en vez de seguir ese sonido o ese estímulo sensorial, y llegar a estar distraídos por ello, deberíamos de intentar hacer volver a nuestra mente al objeto de concentración, y mantenerla allí.

En la práctica de la concentración hay cinco grandes faltas que deberían de ser evitadas: pereza, olvido, hundimiento y agitación, la no aplicación del antídoto, y la sobre aplicación.

El primero, la pereza, se refiere a no practicar la concentración, no haciendo el esfuerzo de llevar nuestra mente al objeto de concentración. El segundo, el olvido, es lo que sucede cuando olvidamos las instrucciones sobre cómo practicar la concentración. La tercera falta que tenemos que evitar es el hundimiento y la agitación. Hundimiento es cuando nuestra mente se hunde, se siente pesada, un poco como dormida, o como si se estuviera hundiendo en el agua. Y la agitación es lo opuesto, cuando nuestra mente no puede permanecer en el objeto de concentración, cuando nuestros pensamientos están dispersos y salen en diferentes direcciones. La cuarta falta es el no aplicar el antídoto necesario para cada falta. Y el quinto es la sobre aplicación del antídoto, por lo que en vez de resultar una ayuda, se convierte en un obstáculo para la concentración.

Estas son las cinco faltas que han de ser evitadas. Y para contrarrestar estas faltas hay ocho antídotos. Los antídotos para la primera falta, la pereza, son: interés, esfuerzo, fe, y contentamiento. El primero es la intención de practicar la concentración, el deseo de hacerlo. El segundo es el esfuerzo. Cuando estamos interesados en la práctica, entonces hacemos los esfuerzos físicos y mentales necesarios para hacerlo bien. El tercero es la fe. Fe en el hecho de que por la práctica de la concentración, nosotros podemos conseguir resultados, resultados temporales, y finalmente el resultado último. La fe hace que la práctica sea más fuerte. El cuarto antídoto para la pereza es el contentamiento.

La práctica de la concentración produce calma y confort físico y mental; cuando nosotros tenemos la experiencia de esto, desarrollamos un interés en la práctica. Como un hombre de negocios el cual, cuando ve que se ofrece la posibilidad de obtener un beneficio, desarrollará interés en ello, e invertirá esfuerzo en ello. Similarmente, cuando nosotros vemos los resultados que trae la práctica de la concentración, desarrollamos un interés en ello. Esto llega a hacerse incluso más así, cuando realizamos que no solo trae el beneficio último, sino también beneficios temporales, tales como la calma y contentamiento físico y mental.

Nuestra mente y nuestros cuerpos están interrelacionados, y cuando nuestra mente es fuerte, incluso aunque no estemos bien físicamente, nos sentiremos bien. Pero cuando nuestra mente no es fuerte, los problemas físicos nos harán sentir dolor. Por tanto, es importante el aplicar estos cuatro antídotos para la pereza, y el más importante entre ellos es el esfuerzo, el esfuerzo de hacer fuerte a nuestra mente llevándola a la concentración. Si nos sentimos perezosos, o encontramos a alguna de las otras faltas, podemos hacer el esfuerzo de volver a la concentración recordando, por ejemplo, los inconvenientes de la existencia cíclica, o leyendo algún texto inspirador.

El antídoto para la segunda falta, el olvido, es el recuerdo; recordando continuamente las instrucciones que hemos recibido sobre como practicar la concentración. Estas siempre tienen que ser mantenidas en mente, de forma que siempre que empezamos a practicar, recordamos de forma automática cómo hacerlo.

El antídoto para la tercera falta es el ser consciente, vigilando la mente. Es importante el vigilar siempre a nuestra mente, sea que se esté yendo en dirección errónea, se hunda o se agite. El hundimiento, como hemos dicho antes es un poco como el dormirse. Cuando intentamos practicar concentración, algunas veces nuestra mente se hace torpe, es muy parecido a cuando estamos dormidos. O lo contrario, podemos tener muchos pensamientos, estamos pensando en las cosas que queremos hacer, en lugares donde queremos ir, personas a las que queremos ver, etc. –nuestra menta va en diferentes direcciones. Es muy importante vigilar estas dos cosas continuamente, el hundimiento y la agitación. Y por tanto, la vigilancia de la mente es el antídoto para la tercera falta.

El antídoto para la cuarta falta es la aplicación del antídoto. Tan pronto como notamos que nuestra mente ha ido en la dirección errónea, nosotros hacemos un esfuerzo para aplicar el antídoto.

El antídoto para la quinta falta, la sobre aplicación, es el aplicar la dosis adecuada de antídoto. Nos esforzamos en llevar ecuanimidad a la mente que está demasiado relajada o demasiado agitada. Esto significa que encontramos un equilibrio entre una mente torpe y una mente que no se emplaza.

Y así, aplicando estos antídotos, podemos eliminar las cinco faltas de la concentración.

Hay nueve niveles de concentración.

En el primer nivel, nosotros emplazamos nuestra mente en el objeto, no hacemos movimientos físicos, no parpadeamos, y nos aseguramos de que el objeto de concentración tampoco se está moviendo, y de que podemos verlo claramente. Entonces intentamos meditar. Nuestros ojos no están ni completamente abiertos, ni tampoco completamente cerrados, solo medio abierto;  y nuestra respiración debería de ser normal, lenta,  una respiración natural. Y así, deberíamos de llevar a estos tres juntos: nuestra mente, ojos, y respiración, y emplazarlos en el objeto.

En el segundo nivel de concentración, puesto que para el principiante es difícil el practicar durante un periodo prolongado de tiempo, intentamos hacer muchas sesiones cortas. Al principio, si intentamos hacer sesiones largas, llegamos a estar física y mentalmente exhaustos. Esto puede hacer que surja el mal humor con respecto a la meditación. Al principio, deberíamos de hacer muchas, muchas sesiones muy cortas. Así, deberíamos de continuar emplazando la mente una y otra vez, durante periodos cortos de tiempo.

En el tercer nivel, siempre que ocurre algo que distrae nuestra mente, tal como un sonido, o cualquier tipo de estímulo sensorial, nosotros inmediatamente intentamos volver a emplazar nuestra atención en el objeto.

En el cuarto nivel también, nos esforzamos en emplazar una y otra vez nuestra atención en el objeto.

En el quinto nivel, nosotros recordamos las cualidades obtenidas a través de la meditación, de forma que si nuestra mente está afectada por el hundimiento y la agitación, entonces tenemos más incentivos para aplicar los antídotos, y llevar a nuestra mente de vuelta al tema.

En el sexto, aunque estamos intentando llevar de vuelta a la mente al objeto de concentración, nuestra mente está distraída o agitada. Así, aquí una vez más, nosotros intentamos aún con más fuerza el llevar nuestra mente de vuelta al objeto de concentración, para sacarla de este estado de distracción.

En el séptimo, si estamos experimentando aquello que es lo opuesto a la calma mental, cosas tales como los pensamientos de enfado, envidia, o cualquier emoción negativa, entonces no deberíamos de seguir a esos pensamientos. Por ejemplo, si estamos enfadados con alguien, entonces tenderemos a pensar sobre esa persona, construiremos una historia en torno a él, lo que parece, lo que hizo, etc. En lugar de seguir a esos pensamientos, nosotros deberíamos de intentar llevar de vuelta nuestra mente al objeto de concentración inmediatamente.

En el octavo nivel, si estamos haciendo todo lo que podemos para eliminar el hundimiento y la agitación por medio de la aplicación de los antídotos, pero somos incapaces de hacerlo, y nuestra mente aun está torpe o agitada, entonces nosotros deberíamos de intentar algo más, como el investigar de donde vienen esos pensamientos, cual es su naturaleza, y demás, y con esto intentar llevar de nuevo la mente al objeto de concentración.

En el noveno nivel, después de haber ido a través de las etapas del principiante, en la que nosotros hicimos muchas sesiones cortas, y entonces fuimos incrementando gradualmente la duración de estas sesiones, ahora la práctica llega a hacerse fácil. Una vez que estamos acostumbrados, somos capaces de permanecer en este estado de concentración sin mucho esfuerzo. Estos son los nueve niveles de concentración.

Cuando practicamos la concentración de esta forma, encontramos ciertas experiencias. Generalmente, son cinco los tipos de experiencia que encontramos. La primera experiencia por la que pasamos es lo que llamamos la “cascada”. Cuando intentamos concentrarnos, surgen muchos pensamientos, uno tras otro, lo mismo que una cascada. En una cascada no hay interrupción, el agua fluye ininterrumpidamente; similarmente, nosotros encontramos que los pensamientos surgen sin interrupción. Podemos sentirnos desanimados porque, no importa con cuanta fuerza lo intentemos, son muchos los pensamientos que siguen surgiendo. Normalmente, aunque surgen muchos, muchos pensamientos, nosotros no nos damos cuenta de ellos, pero cuando practicamos concentración, nos damos cuenta de ellos. Esto es una buena señal, y no deberíamos de llegar a desanimarnos. Esto es llamado la experiencia de reconocer los pensamientos, o la experiencia de los pensamientos.

La segunda experiencia que encontramos, es el cese de los pensamientos. Aunque los pensamientos surgen, hay algún intervalo entre ellos. Por tanto, hay algunos pensamientos, pero es como si estuvieran algo así como cansados. Surgen, y entonces hay un cierto hueco.

La tercera experiencia es la de la fatiga de los pensamientos. Si existe una causa exterior, los pensamientos surgen. Pero si no hay una causa exterior, los pensamientos no surgen.

La cuarta experiencia es llamada”océano con olas”. Los océanos normalmente están muy calmados, pero ocasionalmente surgen las olas. De la misma forma, aunque nuestra concentración es muy firme, y nuestra mente está muy clamada y puede permanecer en el objeto de concentración con firmeza, ocasionalmente emergen uno o dos pensamientos, como las olas en el océano.

La quinta experiencia es llamada “océano sin olas”. Una vez que estamos acostumbrados a la concentración, nosotros podemos permanecer fijados con mucha firmeza en el objeto, como un océano sin olas. Incluso aunque haya causas externas para la distracción, nuestra mente es muy estable, permaneciendo con una atención unipuntual en el objeto, y sin que los pensamientos surjan. Cuando nosotros somos capaces de hacer esto, en vez mirar hacia el objeto externo, deberíamos de intentar mirar hacia dentro de nuestra propia mente, a la claridad de la mente, y concentrarnos en esto. A través de la concentración interna, sin utilizar un objeto externo, uno puede eliminar los pensamientos y permanecer con una mente firme, fijada en un solo punto, y concentrada en la claridad de la mente.

Esta es una breve descripción sobre cómo practicar la concentración.

La práctica de mirar estar mirando dentro de la naturaleza de la mente es llamada “meditación de la visión penetrante”[2] que fue formulado por el gran maestro Nagarjuna. El propio Señor Buda, profetizó que tras Su Paranirvana habría un monje llamado Nagar, que sería  capaz de explicar la verdadera filosofía, la verdadera sabiduría de las enseñanzas del Buda.

La filosofía Madhyamika de Nagarjuna es diferente de las otras escuelas, incluyendo las escuelas budistas, en el sentido de que Nagarjuna no ofrece una definición de la naturaleza de la realidad. El divide la realidad en dos aspectos: la verdad relativa y la verdad absoluta.

El describe como son las cosas en ambos aspectos. Observa la realidad relativa, donde está la gente corriente, quienes llevan una vida ordinaria, quienes experimentan los resultados de las causas, quienes disfrutan y sufren. Y entonces, cuando con su razonamiento extraordinariamente agudo, examina qué es esta vida, qué son todas estas apariencias, difiere de las otras escuelas en el hecho de que no presenta conclusiones.

Para él, la verdadera realidad, la verdad absoluta, está más allá de toda conclusión. Está más allá de todos los extremos. Nosotros no podemos decir que nada exista

[2] Del Camino del Medio.

[3] Inherentemente, por sí mismo, sin depender de causas y de condiciones.