Esto he oído: cierta vez el Buda estaba residiendo en la ciudad de Sravasti, en el Monasterio de Jetavana, en Jardín de Anathapindika. Una vez, cuando los monjes salieron del retiro de verano, se acercaron a dónde se encontraba el Buda, se postraron ante él, y le preguntaron por su salud y bienestar.

 

Cuando el Buda, con una mente de gran compasión, les preguntó a los monjes con gran amor e interés sobre su salud, Ananda dijo: “Señor, ¿Desde cuándo has tenido semejante amor y compasión por los monjes?”

 

A ello el Buda respondió: “Ananda, si deseas saber esto, escucha. Hace mucho tiempo, hace muchos eones, un hombre lleno de faltas había nacido en el infierno. Los Yamas, los guardianes del inferno lo uncieron a un carro, y lo hacían tirar de él de un lado a otro sin descanso, golpeándolo con un martillo de hierro.

 

El carro era demasiado pesado para que el hombre tirara de él, y ellos lo golpeaban con sus martillos hasta causarle la muerte, tras lo que volvían a traerle a la vida. Un amigo del hombre lo vio intentando tirar del pesado carro, y el amor y la compasión surgieron en su mente. Se dirigió a los Yamas, y les dijo: “Yo solo, liberaré a ese hombre al que habéis uncido a ese carro.

Los Yamas se enfurecieron, y golpearon al hombre con sus martillos hasta la muerte; y entonces él renació entre los dioses de los Treinta y Tres.

 

Ananda, yo era ese hombre que generó esa mente de amor y compasión mientras estaba en el infierno, y desde entonces yo he estado dotado con una mente compasiva hacia todos los seres sintientes.”

 

Cuando Ananda, y toda la gran asamblea oyeron las palabras del Buda, se regocijaron y creyeron en ellas.

 

Trad. por el ignorante y falto de devoción upasaka Losang Gyatso.