Esto he oído:
Cierta vez, el Buda estaba residiendo en el Bosque de los Bambús del pájaro Kalandaka, en la ciudad de Rajagriha.
En aquel tiempo, poco después de que Él hubiera alcanzado la Insuperable, Completa, y Perfecta Iluminación, el Buda había ordenado a los Cinco, encabezados por Kaundinya, y posteriormente a Nadi Kashyapa y sus mil seguidores.
Posteriormente, el Buda ordenó a muchos otros, y eran muchos los que practicaban el Dharma; toda la gente de Rajagriha estaba extremadamente contenta, y alababa al Buda de esta forma: “Ah, el Buda, el Tathagata, ha venido a este mundo, y es extremadamente maravilloso, puesto que Él ayuda a todos los pueblos y naciones.”
Y también decían: “Kaundinya fue el primer monje, y él y Nadi Kashyapa, puesto que fueron los primeros en encontrarse con el Buda, ahora son los primeros en degustar el néctar del Dharma.”
Cuando los monjes oyeron esto, se lo contaron detalladamente al Buda.
Entonces el Señor les dijo: “Hace mucho tiempo, yo con una mente firme hice el voto de que cuando alcanzase la Iluminación, los ayudaría a ellos en primer lugar, antes que a todos los demás.”
Cuando los monjes escucharon estas palabras de los labios del Buda, le preguntaron: “Señor, te pedimos que nos cuentes cómo en un lejano pasado, Tú hiciste un voto tan poderoso con una mente de compasión.”
Entonces el Buda dijo: “Bien, monjes. Escuchad atentamente, y recordad lo que os diré. Hace muchos eones, monjes, tantos eones que no se pueden contar, ni concebir, ni narrar, vivía un rey de Varanasi llamado Kalinga. En aquel tiempo, en las montañas de ese país, moraba un sabio renunciante llamado Ksantivadin, que tenía quinientos discípulos, y que practicaba la meditación en la paciencia.
También en cierta ocasión, el rey, junto con su reina, ministros, y séquito fueron a las montañas para disfrutar del paisaje, y divertirse allí. El rey se sintió cansado, y entonces se quedó dormido. Así que entonces la reina y sus damas se dirigieron al bosque para contemplar y admirar las flores; en el bosque ellas vieron al sabio Ksantivadin, con su cuerpo inmóvil, sentado en una serena majestad. Una mente de fe nació entonces en la reina y en sus damas, y le hicieron ofrendas de distintas clases de flores; y después se sentaron ante el sabio para escucharle hablar del Dharma.
Cuando el rey se despertó, miró a su alrededor, y viendo que la reina no se encontraba presente, se dirigió al bosque en su búsqueda. Cuando las encontró, las estuvo espiando, viéndolas sentadas ante el sabio renunciante, y entonces él se dirigió al sabio preguntándole: “¿Has logrado los Cuatro Estados del Gozo?” A esto, el sabio le respondió que no.
Entonces el rey le preguntó que si había conseguido los Cuatro Inconmensurables de Brahma (Brahma-vihara), a lo que el sabio respondió que no.
Entonces, acto seguido, el rey le preguntó que si había conseguido las Cuatro Concentraciones, a lo que también el sabio respondió que no.
Ante estas respuestas el rey se enfadó, diciendo: “Puesto que tú no tienes ningún tipo de logro, eres un sinvergüenza. ¿Quién se podría fiar de ti, en este sitio solitario, rodeado por todas estas mujeres? ¿Qué tienes que decir en tu defensa para justificar el que vivas en este lugar tan solitario?”
El sabio respondió: “Aquí, en estas montañas, yo medito en la paciencia”
Desenvainando rápidamente su espada, el rey dijo: “Así que tú meditas en la paciencia, ¿No es así? Bien, te voy a matar. Veremos qué tipo de paciencia es la tuya.” Y tras decir esto, le cortó al sabio las dos manos.
“¿Ahora, quién eres?” -le preguntó el rey.
“Soy Ksantivadin” -replicó el sabio asceta.
Entonces el rey le cortó sus dos pies con su espada.
“¿Quién eres ahora?” -preguntó el rey.
“Soy Ksantivadin” -volvió a responder el sabio.
En aquel momento, los cielos y la tierra temblaron de seis formas diferentes, y los quinientos discípulos del sabio vinieron volando por los aires hasta el lugar en el que este se encontraba.
Cuando le vieron en aquel estado, los discípulos le preguntaron: “Maestro, mientras padecías estos insoportables sufrimientos, ¿No has perdido el pensamiento de la paciencia?”
El sabio contestó: “Mi mente nunca ha estado separada de la paciencia ni un solo instante”
Aterrorizado como estaba, el rey le dijo al sabio: “Ah Sabio, cuando me dijiste que eras Ksantivadin, ¿Quién lo hubiera creído?”
El sabio dijo: “Mis palabras no son falsas. Si mis palabras son verdaderas, ¡que pueda mi sangre volverse como leche, y que puedan mis miembros amputados volver a ser como eran antes!”
Apenas el sabio hubo acabado de pronunciar estas palabras, su sangre se convirtió en leche, y sus miembros volvieron a estar como estaban antes.
Al ver esto, el rey se sintió aún más aterrorizado, y dijo: “¡Gran sabio! Yo te he herido debido a la ignorancia y al apego. Yo confieso ante ti todas estas faltas, ¿Tendrás compasión de mi?”
El sabio respondió: “Fue debido a tu apego hacia estas mujeres por lo que tú cortaste mis miembros con una espada. Esto no me hirió porque mi paciencia es como la tierra. Cuando yo alcance la Iluminación de un Buda, yo cortaré tus tres venenos con la espada de la sabiduría”
Cuando los dioses y los nagas de aquellas montañas vieron que el rey había herido al sabio asceta, reunieron y acumularon las nubes, y las trajeron todas juntas. Los nagas rugieron, y arrojaron rayos y truenos desde el cielo, y el rey y sus acompañantes, aterrorizados y viéndose al borde de la muerte, clamaron: “¡Gran Sabio, ten compasión y sálvanos!”
Cuando el sabio les ordenó a los dioses y nagas que no mataran a ningún ser vivo por salvarle a él, estos se calmaron, y desaparecieron.
El rey, tras haber confesado sus faltas, invitó al sabio a su palacio, y le honró con diversos tipos de ofrendas. Cuando mil mendicantes seguidores de otros maestros vieron al rey y a su séquito honrando al sabio Ksantivadin y creyendo en él, llegaron a sentir envidia, y arrojaron basura sobre el sabio.
Los mendicantes que en aquel tiempo arrojaron basura sobre mí, ahora son Nadi Kashyapa y sus mil monjes. Por mi meditación en la paciencia en aquellos tiempos, generé el voto de que cuando yo alcanzara la Insuperable, Completa y Perfecta Iluminación, yo limpiaría sus impurezas con la lluvia del amrita, y sus apegos serían completamente purificados.
¡Oh, monjes! No penséis que en aquellos tiempos, y bajo aquellas circunstancias, el sabio asceta Ksantivadin era otro que no fuera yo. Kaundinya y los otros cuatro, eran el rey Kalinga y sus cuatro ministros. Cuando yo medité en la paciencia en aquellos tiempos, hice el voto de que cuando yo alcanzase la Insuperable, Completa, y Perfecta Iluminación, en primer lugar los liberaría a ellos del sufrimiento; y ahora que ya he alcanzado la Suprema Iluminación, indudablemente, los he liberado a ellos los primeros.”
Entonces los monjes creyeron las palabras del Buda, y encontraron gran regocijo en ellas.
Trad. por el ignorante y falto de devoción upasaka Losang Gyatso.
Deseo, odio, e ignorancia.